Por años, el smartphone ha sido el centro de nuestra vida digital: el dispositivo que consultamos para todo, desde mensajes hasta mapas. Pero esa hegemonía podría estar en cuenta regresiva. Meta ha presentado sus nuevas Ray-Ban Display y la Meta Neural Band, una combinación que podría marcar el principio del fin de la pantalla en el bolsillo.
Las gafas inteligentes de Meta no se conforman con mostrar notificaciones. Prometen integrar la información directamente en nuestro campo de visión: mensajes de WhatsApp, subtítulos en tiempo real para conversaciones, traducciones instantáneas de cualquier cartel y mapas con indicaciones giro a giro que flotan en las lentes.
El elemento realmente disruptivo no está en las gafas, sino en la muñeca: la pulsera Neural EMG, que detecta micro-movimientos de la mano para controlar la interfaz sin tocar nada. Un clic invisible, un gesto, un leve movimiento del pulgar: eso basta para responder, deslizar o navegar.
El presente: más que un accesorio, una nueva interfaz
Meta apuesta por una experiencia sin fricciones, donde la información está siempre disponible sin necesidad de sacar el teléfono. Esta visión conecta con una tendencia creciente: reducir la dependencia del smartphone como dispositivo central y distribuir la interacción digital en el entorno (gafas, wearables, asistentes de voz).
Los primeros usuarios reportan que la experiencia es sorprendentemente natural. Las indicaciones en tiempo real en el mundo físico recuerdan a un GPS de realidad aumentada, y la posibilidad de responder a mensajes con un simple gesto o un susurro añade una capa de privacidad inédita.
Lo que viene: hacia una “computadora invisible”
Expertos en tecnología anticipan que lo presentado por Meta es solo el primer paso hacia la computación espacial: un ecosistema donde los dispositivos desaparecen y la interacción ocurre de forma casi invisible.
A corto plazo, se espera que otros gigantes tecnológicos como Apple, Google y Samsung aceleren el desarrollo de sus propias versiones de gafas y pulseras de control neural. A medio plazo, podríamos ver interfaces basadas en IA que anticipen lo que el usuario necesita antes incluso de que lo pida, y ecosistemas de aplicaciones rediseñados para funcionar sin pantallas.
Los retos: privacidad, dependencia y adopción masiva
Sin embargo, el futuro no está libre de desafíos. La captura constante de datos visuales y de movimiento abre debates éticos y de privacidad. Además, el costo y la curva de aprendizaje podrían limitar la adopción masiva en los primeros años.
Aun así, la dirección es clara: la próxima gran revolución tecnológica podría no ser un nuevo smartphone, sino el fin de la pantalla en el bolsillo.