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¿Cuál es el  reto?: convertir la energía eléctrica en un haz láser que se dirige hacia un receptor fotovoltaico. Este receptor vuelve a transformar la luz en electricidad utilizable. La clave está en la precisión del haz, su potencia, y la eficiencia del sistema emisor-receptor. Este invento resuelve  un incógnita que  ha estado pendiente  desde  hace mucho tiempo y es prescindir de los  cables  para transportar la electricidad.

Una revolución energética en marcha
En un mundo cada vez más dependiente de la electricidad y enfrentado a retos urgentes de sostenibilidad, eficiencia y acceso universal, el concepto de transmitir energía sin cables comienza a consolidarse no como una idea futurista, sino como una tecnología emergente con potencial de transformación global. A la vanguardia de esta revolución se encuentra la transmisión de energía por láser, una técnica que promete cambiar radicalmente la manera en que distribuimos la electricidad.

Lo que antes parecía exclusivo de la ciencia ficción —energía proyectada por haces de luz a través del aire— es hoy una realidad palpable, con pruebas exitosas realizadas por agencias de defensa como DARPA (la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa de EE. UU.). Entre sus desarrollos más destacados se encuentra el Power Receiver Array Demo (PRAD), un sistema experimental que logró transmitir energía de forma inalámbrica durante 30 segundos, superando condiciones atmosféricas adversas y manteniendo una eficiencia superior al 20 %.

¿Cómo funciona la transmisión de energía por láser?
El principio es sencillo, pero su aplicación es altamente compleja. Consiste en convertir la energía eléctrica en un haz láser que se dirige hacia un receptor fotovoltaico. Este receptor vuelve a transformar la luz en electricidad utilizable. La clave está en la precisión del haz, su potencia, y la eficiencia del sistema emisor-receptor.

El desarrollo actual permite incluso desviar el láser para evitar obstáculos como edificios o vehículos en movimiento, un avance crucial para garantizar la estabilidad del suministro en entornos reales.

Aplicaciones militares y civiles: más allá de los cables y el combustible
Uno de los primeros ámbitos en interesarse por esta tecnología ha sido el sector militar, donde la flexibilidad y rapidez en el despliegue de energía son esenciales. En escenarios de combate, misiones humanitarias o bases remotas, la posibilidad de evitar el uso de generadores diésel y complejas redes de cables supone una ventaja logística y operativa decisiva.

Más aún, se han realizado pruebas con drones que reciben energía en pleno vuelo, una solución que podría multiplicar su autonomía sin necesidad de aterrizaje. Bastaría con posicionar estaciones transmisoras en tierra o en puntos elevados, como torres o globos aerostáticos, para mantener a estos vehículos en operación constante. Un avance que podría tener impacto directo en logística, vigilancia, transporte de emergencia e incluso reparto comercial.

Una herramienta vital en emergencias y zonas remotas
Más allá del ámbito militar, la transmisión óptica de energía tiene un potencial inmenso en la ayuda humanitaria y el desarrollo rural. Imaginemos regiones aisladas, comunidades afectadas por terremotos o huracanes, o zonas de difícil acceso geográfico: llevar luz, comunicaciones o equipamiento médico puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.

Gracias a la eliminación del cableado, estas regiones podrían recibir suministro eléctrico desde plataformas móviles, repetidores aéreos o incluso desde satélites, en lo que sería una auténtica democratización del acceso a la energía.

Asia también entra en la carrera tecnológica
El interés por esta tecnología no es exclusivo de Estados Unidos. En Asia, instituciones como la Universidad de Ciencia y Tecnología de Seúl han logrado transmisiones exitosas de cientos de milivatios a distancias de varias decenas de metros. Lo destacable en estos casos es la integración de sistemas de seguridad que interrumpen el haz al detectar cualquier ser humano u objeto, un paso imprescindible para su adopción en entornos urbanos o industriales.

El reto de escalar: del experimento a la infraestructura global
Aunque los primeros ensayos han sido alentadores, aún queda un largo camino para su adopción masiva. Uno de los principales desafíos es escalar la transmisión a distancias de hasta 200 kilómetros sin pérdidas significativas de energía, y hacerlo de forma segura en condiciones atmosféricas variables.

También se investiga la posibilidad de usar repetidores satelitales o plataformas voladoras autónomas que mantengan el haz láser estable y apuntando al objetivo durante largos periodos. La visión a medio plazo es ambiciosa: una red mundial de energía sin cables, alimentada en parte por energías renovables.

Integración con fuentes renovables: un salto hacia la sostenibilidad
Uno de los usos más esperanzadores de esta tecnología es su integración con parques solares y eólicos situados en zonas remotas. Hasta ahora, el coste y complejidad de construir tendidos eléctricos hasta estos lugares dificultaba su aprovechamiento pleno. Con la transmisión por láser, la energía generada podría enviarse directamente al punto de consumo, abriendo nuevas posibilidades para el autoconsumo local o micro-redes energéticas descentralizadas.

Además, en el contexto de la movilidad eléctrica, se explora la posibilidad de recargar vehículos en movimiento, o abastecer estaciones de carga temporales en eventos o ubicaciones provisionales.

Incluso en el ámbito espacial, esta técnica podría abastecer vehículos orbitales, bases lunares o estaciones espaciales, reduciendo la necesidad de combustible y prolongando la duración de misiones interplanetarias.

Retos pendientes: eficiencia, seguridad y regulación
A pesar de su potencial, no todo está resuelto. Aumentar la eficiencia de conversión energética, perfeccionar la precisión del haz, y asegurar su uso sin riesgos para la salud humana ni el medio ambiente son aspectos clave que aún se investigan. La variabilidad atmosférica (niebla, lluvia, polvo) puede afectar la calidad de la transmisión, y la interferencia accidental con personas o dispositivos debe minimizarse mediante protocolos de seguridad automáticos.

Además, será necesario un marco normativo internacional que regule el uso de esta tecnología, especialmente si se implementa en zonas pobladas o espacios compartidos.

Conclusión: un rayo de esperanza para el futuro energético
La transmisión de energía por láser se perfila como una de las tecnologías disruptivas más prometedoras del siglo XXI. No se trata solo de una nueva forma de mover electrones, sino de un cambio de paradigma: de redes físicas a conexiones ópticas; de infraestructura rígida a soluciones móviles, flexibles y adaptables.

A medida que la humanidad busca soluciones energéticas más limpias, resilientes y accesibles, esta tecnología se sitúa en el centro de un posible renacimiento energético. Todavía enfrentamos retos técnicos, pero el futuro ya se está iluminando... literalmente, a la velocidad de la luz.