Pocos inventos han cambiado la vida cotidiana de millones de personas de una forma tan silenciosa y eficaz como la fregona. Detrás de ese objeto humilde, presente en hogares, hospitales y fábricas de medio mundo, está la mente brillante de Manuel Jalón Corominas, un inventor universal cuya trayectoria va mucho más allá del cubo y el mocho.
El 2025 se cumplen 100 años de su nacimiento
De los cielos a los suelos
Nacido en Logroño en 1925, Manuel Jalón parecía destinado a mirar siempre hacia arriba. Fue doctor ingeniero aeronáutico, piloto civil y, con solo 16 años, el piloto más joven de vuelo sin motor de España, en plena posguerra, cuando volar era casi un acto heroico. Su formación y experiencia internacional —Finlandia, Francia y Estados Unidos— le permitieron absorber una cultura técnica avanzada en una España aún muy atrasada industrialmente.
Una anécdota poco conocida cuenta que, durante su etapa como Aircraft Maintenance Officer de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos, Jalón quedó fascinado por la obsesión norteamericana por la seguridad, la ergonomía y la eficiencia. Aquella mentalidad —que buscaba evitar errores humanos y reducir esfuerzos innecesarios— sería clave años después para uno de sus inventos más populares.
El ingeniero que no aceptaba “siempre se ha hecho así”
Entre 1956 y 1966, como responsable de los talleres de mantenimiento de los cazas F-86 Sabre en la Base Aérea de Zaragoza, logró algo excepcional: más de 25.000 horas de vuelo sin un solo accidente atribuible al mantenimiento. Sus superiores lo certificaron como uno de los oficiales más eficaces del Ejército del Aire. Jalón no dejaba nada al azar: analizaba fallos, revisaba procesos y escuchaba a los técnicos.
Esa capacidad de observación fue decisiva cuando, a finales de los años cincuenta, empezó a fijarse en algo aparentemente trivial: cómo se limpiaban los suelos en España. Las mujeres —amas de casa y profesionales de la limpieza— fregaban de rodillas, con trapos húmedos, sufriendo lesiones crónicas en manos, espalda y articulaciones. Para Jalón, aquello era un problema de ingeniería… y de dignidad.
La fregona: un invento con impacto social
Inspirado en sistemas de limpieza industrial que había visto en bases militares y aeropuertos, adaptó la idea al ámbito doméstico. Así nació la fregona moderna, junto con su inseparable escurridor, patentado en 1957. No era solo un nuevo producto: era un cambio cultural.
“Con la fregona, la mujer española se levantó del suelo”, diría años después. Y no era una exageración. El invento redujo enfermedades laborales, ahorró tiempo y esfuerzo, y se convirtió en un símbolo del progreso doméstico durante el desarrollismo español.
Desde Manufacturas Rodex, S.A., fundada en Zaragoza en 1958, Jalón exportó fregonas a más de treinta países. Durante treinta años fue su consejero delegado y lideró un equipo de I+D que desarrolló cerca de cien productos innovadores. Uno de sus escurridores, diseñado hace décadas, sigue vendiéndose hoy en Estados Unidos y Japón, prueba de un diseño adelantado a su tiempo.
Mucho más que una fregona
Reducir a Manuel Jalón a un solo invento sería injusto. En los años setenta impulsó otro proyecto monumental: Fabersanitas, en Fraga (Huesca), dedicada a la fabricación de jeringuillas y agujas de un solo uso. En una época en la que aún se reutilizaban jeringas, su apuesta salvó incontables vidas al reducir infecciones.
El modelo diseñado por Jalón y su equipo ha superado los 20.000 millones de unidades fabricadas en todo el mundo. Hoy, la planta —propiedad de Becton Dickinson— produce más de cuatro millones de jeringuillas diarias, siendo la mayor del mundo en su sector. Además, su tecnología se replicó en ocho países, desde China hasta Rusia.
Humanista, divulgador y guardián de la historia
Lejos de encerrarse en laboratorios, Jalón fue también docente, conferenciante y divulgador de la creatividad industrial en universidades de toda España. Creía firmemente que inventar no era cuestión de genialidad aislada, sino de observar problemas reales y aplicar método.
En 1988 fundó la Fundación Castillo de Trasmoz, restaurando su Torre del Homenaje y rescatando la memoria histórica del lugar. Fruto de esa pasión nació también su libro “La leyenda negra de Trasmoz”, donde combinó rigor histórico y amor por el patrimonio.
Reconocimientos a una vida útil
Hijo adoptivo de Zaragoza, Riojano del Año, premiado por instituciones empresariales y culturales, Manuel Jalón recibió en 1991 la distinción Inmortal Ciudad de Zaragoza Salduba. Pero quizá su mayor reconocimiento no esté en las medallas, sino en los millones de hogares donde alguien, cada día, friega el suelo sin pensar en el dolor de rodillas que ya no existe.
Manuel Jalón Corominas encarna una figura poco común: la del ingeniero humanista, capaz de pasar de los reactores supersónicos a los utensilios domésticos sin perder rigor ni ambición. Su legado demuestra que los grandes inventos no siempre hacen ruido ni brillan en vitrinas: a veces están en un cubo, apoyados en la pared de la cocina, cambiando el mundo en silencio.









