En el departamento de Sucre, Colombia, un equipo de ingenieros y técnicos locales ha desarrollado una innovación que podría cambiar la vida de miles de personas en regiones costeras y con escaso acceso a agua potable: una máquina portátil capaz de transformar agua de mar en agua apta para el consumo humano. Este dispositivo, de tamaño compacto y operación eficiente, representa un importante avance tecnológico y social para comunidades que históricamente han enfrentado problemas de escasez hídrica, a pesar de estar rodeadas por fuentes de agua salada.
El proyecto nació como una iniciativa conjunta entre una universidad local y una cooperativa de pescadores artesanales, quienes expusieron la problemática cotidiana que enfrentan: estar junto al mar y no tener agua segura para beber, cocinar o asearse. A partir de estas necesidades urgentes, un grupo multidisciplinario de profesionales comenzó a trabajar en una solución que no dependiera de grandes infraestructuras ni de altos costos de mantenimiento. El resultado fue una máquina autónoma que funciona con energía solar, lo que permite su uso en zonas sin acceso a electricidad convencional.
El mecanismo de la máquina combina procesos de destilación térmica con sistemas de filtrado por ósmosis inversa de última generación. Lo innovador es que todo el sistema está integrado en una estructura del tamaño de un refrigerador doméstico, fácil de transportar y ensamblar en terrenos variados. La energía captada por paneles solares alimenta bombas de presión y sistemas de calefacción controlada que evaporan el agua de mar, eliminando las sales y otros contaminantes, para luego condensarla y filtrarla nuevamente. El producto final es agua limpia que cumple con los estándares de la Organización Mundial de la Salud para el consumo humano.
La máquina tiene la capacidad de producir entre 80 y 100 litros de agua potable por día, suficiente para abastecer a una familia numerosa o un pequeño grupo comunitario. Uno de los mayores logros del equipo fue reducir al mínimo el uso de materiales importados, favoreciendo componentes reciclables o de fabricación nacional, lo que permite un menor costo y facilita el mantenimiento local. Además, los desarrolladores han capacitado a jóvenes de las comunidades costeras en el uso y reparación básica del dispositivo, asegurando su sostenibilidad a largo plazo y fomentando el empleo técnico en la región.
Desde que se hicieron las primeras pruebas exitosas en la costa del Golfo de Morrosquillo, el proyecto ha despertado el interés de organizaciones no gubernamentales, cooperativas rurales y entidades públicas, que ven en esta tecnología una alternativa viable y urgente frente a los crecientes desafíos del cambio climático y la desertificación. También se ha propuesto su adaptación para ser utilizada en contextos de emergencia, como campamentos de desplazados o zonas afectadas por desastres naturales, donde el acceso al agua potable es crítico en las primeras horas.
Aunque todavía se encuentra en fase piloto, la máquina ya ha sido replicada en al menos cinco municipios costeros de Sucre y se planea su implementación en zonas del Caribe colombiano donde los índices de pobreza hídrica son alarmantes. Los impulsores del proyecto aseguran que su visión no se limita a la producción de dispositivos, sino a la creación de un modelo autosostenible de acceso al agua que promueva la autogestión, el conocimiento local y la independencia de tecnologías extranjeras costosas.
Lo que comenzó como una respuesta a una necesidad básica ha terminado convirtiéndose en una historia de innovación, ingenio comunitario y compromiso social. Este desarrollo, hecho en Colombia y con talento costeño, es una prueba tangible de que la tecnología puede nacer desde las regiones para dar soluciones reales a problemas que afectan a millones. El agua, ese recurso vital tantas veces negado por desigualdad o abandono, comienza a fluir gracias al esfuerzo de quienes, desde la periferia, se atrevieron a imaginar un futuro diferente.